top of page

Krónos y Kairós - Tiempo y oportunidad -

Una sabia inversión del tiempo

( Lc 21, 25-28. 34-36 )

Estas últimas tres semanas el evangelio dominical me ha hecho recordar un fantástico libro de la Sagrada Escritura, el Eclesiastés. Es un libro del AT escrito en griego, no en hebreo, que tiene una mirada muy realista de la vida y del mundo, una mirada que parece un tanto cruda de la realidad pero es porque no ha evadido la mayor verdad que puede existir en el mundo: la muerte.


El libro del Eclesiastés en el cap. 3 nos dona una poesía estupenda que nos invita a no evadirnos y a enfrentar con realismo y con agallas esa realidad del momento final que tendremos que vivir después del tiempo que se nos conceda vivir, la muerte.

El cap. 3 del Eclesiastés es una poesía al tiempo y a la oportunidad, o sea, al crónos y al kairós. En el texto griego, se utilizan estas dos palabras, crónos (en griego χρόνος) la cuál se refiere al tiempo que podemos medir con el reloj y el kairós (en griego καιρóς), es decir, el tiempo vivido como una oportunidad, el momento que se puede vivir en el crónos, la circunstancia que acompañan y hacen vivir el crónos. El hagiógrafo, el escritor sagrado, puede distinguir esta diferencia porque tiene conciencia de que el tiempo y la oportunidad en los eventos de la vida tienen y tienden a un mismo fin, el definitivo, o sea, todo pasa, todo termina, todo acaba, y prueba de ello es la muerte. Por eso puede hacer un ejercicio de discernimiento y decisión: Vivir el tiempo, el crónos, el minuto, la hora o las horas, el tiempo que tiene de vida bajo el cielo en el que está, para vivir en él, la gran cantidad de oportunidades en el tiempo que se le presentan, sin perder la ocasión.


El kairós, es traducido en latin por ocasión. Ocasión es una palabra importantísima, en el latín: occasio significa el momento propicio para una acción, este sustantivo viene del verbo occido que significa caer, morir, terminar (de ahí ocaso: cuando el sol cae o muere, se pone). Así, el libro del Eclesiastés en el cap. 3 nos recuerda que lo que acontece bajo el sol, es el tiempo, éste es limitado, pero tenemos sin embargo, en él, una infinidad de oportunidades que podemos aprovechar porque: "Todo tiene un momento pero cada evento bajo el cielo, una ocasión". ¿Cuánto tiempo hasta hoy he tenido a disposición? No sólo pensemos en los años que tenemos, pensemos también en el tiempo de reloj que se nos ha concedido, el que ya hemos tenido, y el que tengo hoy. Hoy por ejemplo, tal vez llevo en pie tres horas, cinco, yo respecto a los que están en México voy más adelante porque estoy al otro lado del Atlántico, pero en esas horas que hoy tengo, en este tiempo que hoy se me ha concedido de vida, ¿qué oportunidad u oportunidades he tenido, obtenido, apreciado y he logrado apresar? 

Podremos hacer un tesoro de la infinidad de oportunidades que se nos brindan en el tiempo solo si somos capaces de leer en ellas eso, una oportunidad, porque hay tiempo para amar y para odiar, hay tiempo para plantar y tiempo para cosechar, tiempo para buscar y tiempo para perder ¿qué oportunidad saco en ese espacio de tiempo que sucede en ese evento? Todo depende de cuánto tengo presente ante mis ojos el fin de mi vida, de cuánto me creo que mi vida es la oportunidad para adquirir la eternidad, de cuánto trabajo para que esta oportunidad de vivir se me convierta en tesoro de futuro y de eternidad. Por ello la cuestión fundamental es plantearnos y replantearnos mil veces, como el poeta Jorge Manrique, la certeza del adviento la muerte, nuestra y de los nuestros. Lamentablemente estamos viviendo en una sociedad que vive eludiendo el destino objetivo y real que a todos, pobres y ricos, sabios o tontos, nos espera después del crónos, la muerte. Jorge Manrique ante la muerte de su padre, escribió una serie de coplas, una lectura castellana del Eclesiástico 3, 1-2:

Recuerde el alma dormida,

avive el seso y despierte

contemplando

cómo se pasa la vida,

cómo se viene la muerte

tan callando;

cuán presto se va el placer;

cómo después de acordado

da dolor;

cómo a nuestro parecer

cualquiera tiempo pasado

fue mejor.

Nuestras vidas son los ríos

que van a dar en la mar,

que es el morir:

allí van los señoríos,

derechos a se acabar

y consumir;

allí los ríos caudales,

allí los otros medianos

y más chicos;

y llegados, son iguales

los que viven por sus manos

y los ricos.

Este mundo es el camino

para el otro, que es morada

sin pesar;

mas cumple tener buen tino

para andar esta jornada

sin errar.

Partimos cuando nacemos,

andamos mientras vivimos,

y llegamos

al tiempo que fenecemos;

así que, cuando morimos,

descansamos.

Y tal vez se preguntan, ¿pero qué tiene que ver todo esto con el evangelio de este domingo? ¡Todo! tiene que ver todo, porque los evangelios de los domingos anteriores y la celebración de Cristo Rey del Universo nos quieren hacer conscientes de que toda nuestra vida y la de este mundo bajo el sol, es un adviento.


Adviento viene del latín adventus esta palabra está compuesta por ad que es una preposición que significa aproximación y venio que es un verbo que significa venir, por ello, advenio, adventus está indicando la proximidad del Señor... su cercanía, su llegada. El adviento pre-navideño, es un momento temporal y eclesial para volver a tomar conciencia de que el Señor está cerca desde que se hizo hombre compartiendo con nuestra condición humana en todo incluso la muerte pero no el pecado, pero que luego, después de su muerte, gracias a que el Padre lo resucitó no puede ya nunca separarse de nosotros porque no existen más las barreras ni del tiempo ni del espacio. 

Pero este momento temporal eclesial no es sólo un recuerdo de aquello que por nosotros ha hecho el Señor ni es sólo un regocijo porque está entre nosotros vivo y resucitado, sino que es un momento de toma de conciencia de que él anunció una segunda venida. Él volverá, mientras tanto la Iglesia clamamos: "Ven Señor Jesús", y nuestra vida, nuestro mundo por una parte se encamina hacia él en su diario vivir y tiende hacia él pasando la barrera de la enfermedad, de la desgracia, incluso de la muerte para volver a encontrarlo, y de su parte el se encamina hacia nosotros en medio de todas esas circunstancias, en un caminar hacia un encuentro bilateral, dos partes que caminan, y dos almas que se encuentran, las nuestras las de la Iglesia figurada en un la amada que se prepara a su encuentro y el esposo que corre por entre los valles y montañas anhelando el encuentro.

Los evangelios en que leemos los famosos signos de destrucción, de lo que parece el fin del mundo, son comúnmente llamados 'apocalípticos', porque prevén algunas situaciones de futuro que pueden ser consideradas desastrosas, pero que desde la mirada creyente de la Iglesia de Cristo, se trata de ver en medio de los eventos aparentemente "fatales" "desastrosos" el adviento de su Señor, que se nos aproxima y en medio del desastre y del infortunio, él vino y está presente, triunfante y glorioso, lleno de esplendor y majestad porque es Dios (la nube de la que hablamos la última vez que recuerda la presencia y la providencia infinita del Dios fiel que acompaña su pueblo en medio del desierto árido y peligroso). Esa mirada creyente y comunitaria nos invitan a mirar el futuro con la CONFIANZA de que el Señor ya vino, no nos abandonó como humanidad, pese a nuestros pecados, pues se encarnó y con ello decidió dejar en claro que no nos abandonará jamas pues aun cuando la humanidad decidió fatalmente por la vida de su hijo el Cristo, él lo resucitó para siempre y da la vida eterna a quien crea en él. 

Esta confianza definitiva es la que nos alienta para trabajar, porque el adviento natalicio no es solo un tiempo para recordar, para ser felices por lo que Dios ha hecho por nosotros, sino que nos invita a estar atentos, pues la Iglesia entera, el mundo está en adviento. Como una madre que engendra un hijo y durante nueve meses está en adviento, así el mundo y la Iglesia estamos en adviento, a la espera de la segunda venida de Cristo que como Rey, juzgara cuando llegue a los que ya en paz murieron y a los vivos que estén presentes en aquél crónos.

El adviento es un tiempo cronológico, cuatro semanas antes del 24 de diciembre, y en él se nos invitan a hacer kairós, oportunidad, ocasión de ese tiempo de reloj que tenemos entre las manos. Las certezas son dos cambia todo cambia o pasa todo pasa porque la muerte es segura pero el evangelio nos atrae y nos invita a centrar nuestra mirada y atención hacia el personaje principal de la historia hacia el Cristo Rey del universo que, Lc 21, 36, evangelio de este domingo, nos habla de el kairós dice: "Mas velen en todo tiempo", la frase inicia con un imperativo: ¡Velen! o sea, estén listos, estén atentos, estén despiertos en todo momento, en todo kairós. Luego viene una pregunta ¿cómo se está atento y velando en todo momento? "orando". 

Y no de cualquier manera se puede velar cristianamente, se requiere la oración, sin una oración continua no se puede velar, orar significa tener ese dialogo sincero e interpersonal con el Señor, en el cuál puedo hablar en modo transparente con él, comentándole todo lo que me sucede, sin ningún miedo, cuando mi sol, mi luna y mis estrellas se oscurecen y dejan de ser signos, o sea cuando los que sentimos que los que deberían ser luz se convierten en oscuridad y tinieblas, o incluso cuando nosotros mismos que sentimos que deberíamos ser luz nos sabemos más bien tinieblas (Lc 21, 25); o cuando sobre nuestra tierra hay angustia (siunojé en griego συνοχή) y perplejidad (aporía en griego ἀπορία); cuando tantas personas vivirán más en el terror y desasosiego de lo que será el futuro y no viven el presente: "desfallecen desalentados los hombres por el terror y la expectación de las cosas que vendrán sobre el mundo; porque las potencias de los cielos serán trastornadas" (Lc 21, 26, saléuo es transtornar en griego σαλεύω).


Entonces, orar es poder compartir con el Señor todos estas vicisitudes del tiempo y los eventos en el tiempo, con sinceridad, con la sinceridad de quien no tiene vergüenza de mostrarse tal como es ante sí mismo y ante el Señor, sin mascaras, cuando todo parece estar en suspenso o sin respuesta, en la desolación o en el abandono. Velen y oren. Entonces, solo entonces esta oración será real, porque entonces y sólo entonces " verán al Hijo del Hombre que viene en una nube con poder y gran gloria" (Lc 21, 27).


Por ello es importantísimo revisar nuestra oración, no podemos pensar que porque rezo ya oro, o porque leo la biblia oro, o porque voy a misa o voy a misiones oro, o porque me pongo delante del santísimo incluso arrodillado los jueves oro. ¡No! orar es mucho mas, es poder ver al Hijo del Hombre con gloria y poder en mis desalientos, en mis fracasos, en mis angustias y perplejidades, en mis miedos, temores, terrores y desasosiegos, cuando todo desfallece y tiemblo ante el futuro y veo el mundo trastornado, el mio y el de mis alrededores. Sí ahí, cuando veo al Hijo del Hombre en medio de mi realidad, es cuando oro. Pero la palabra del evangelio de este domingo da también el para que, Lc 21, 36:


"Mas velen en todo momento (kairós) orando,

para que tengan la fuerza para escapar de todas estas cosas

y puedan estar en pie delante del Hijo del Hombre"


... texto hermoso. Sólo una oración auténtica, sincera, personal, es capaz de darnos la fuerza para no caer en la tentación de los hombres de los que habla el v. 26, que viven prisioneros del terror ante la muerte o ante la posibilidad de perder los bienes que acumularon toda la vida, o de que el futuro depare desgracia, etc.; sólo una oración sincera es la que puede ver al Hijo del Hombre como nuestro señor y nos dará la fuerza para escapar de todo terror, de toda angustia, de todo desaliento y podremos estar en pie, no caídos, no desfallecidos, DE PIE, delante del Hijo del Hombre, el Cristo, el Rey, por quien luchamos sin desfallecer para encontrar un destino feliz.


Por quien perdí todas las cosas y las considero basura, diría san Pablo, y como lo dice el Evangelio de este domingo parafraseándolo, porque "he estado alerta, mi corazón no se ha llenado con disipaciones y embriagueces, ni con las preocupaciones de la vida porque sabía que el día final, el de mi vida llegaría a mi sin esperarlo como un lazo sobre todos los que habitamos la faz de la tierra" (Lc 21,34-35).


Entre las numerosas maravillas de la gran obra del Juicio Final que Miguel Ángel pintó en la pared del altar de la Capilla Sixtina en el s. XVI (1535-1541), se encuentra la figura de Cristo Dios, Señor y Juez de la historia y del universo que levanta la mano derecha para impartir justicia. Él es la figura central que está rodeada de luz y de un tono azul que centra la mirada y llama la atención hacia sí; a su lado, inmediatamente y casi siendo uno con él está su madre.


Cristo viene presentado como el centro y en la mitad inferior del fresco, las multitudes se dividen en 2: los que están ascendiendo al Cielo, que se encuentran al lado izquierdo y los que descienden a las tinieblas, al lado derecho. Cristo como es el punto de referencia al que tienden los salvados, o sea el grupo que está a la izquierda, ellos están de pie y ascendiendo hacia su Señor. Muchos están resucitando y son representados como cadáveres. Algunos ángeles ayudan a subirlos al Cielo, y más adelante, las mismas personas ayudan a otras a que asciendan. Del lado derecho están los condenados que están siendo arrojados por ángeles y algunas personas a las Tinieblas que caen al infierno, de cabeza, parecen realmente estar muy desesperados.'


Lo que me ha llamado tanto la atención cuando estaba contemplando estas dos escenas es precisamente que los convocados y salvados están ascendiendo de pie y se podrán poner cara a cara frente a su Señor, como Lucas (21,36) advierte... "que puedan ESTAR de PIE delante del Hijo del Hombre", mientras que los de la derecha, los condenados son arrojados y caen de cabeza... su condenación es definitiva.


Pero no es para que tengamos terror de ese momento, sino más bien de estar preparados porque el momento, el kairós será definitivo y si nos preparamos tiempo nos faltará para ascendiendo poder mirar al Señor cara a cara sin temor. Pero el Kairós está en nuestras manos, el momento, el evento, la oportunidad.

Les invito a hacer el ejercicio del ataúd que suena horrible pero en la medida que nos atrevemos a practicarlo probablemente entraremos en la dinámica de quien no solo VELA y ORA sino de quien afronta la vida con las agallas de la valentía de quien sabe que va directo a la victoria. Este ejercicio ataúd es simple, cuando vayas a reposar, colócate en posición de ataúd. Imagina que es tu funeral, que tienes las manos juntas y te han colocado un rosario, descubre tus pies y siente el frío en las plantas de los pies, cierra los ojos e imagina el crucifijo y la vela que están al lado y los amigos o familiares o compañeros que te acompañan... imagina que piensan y sobre todo ¿cómo están tus manos y tu corazón? ¿qué le presentarás al Señor si fuera tu tiempo, tu crónos y tu kairós de entregar cuentas? Dialoga ahí en esa posición con tu Señor...

Cuentan que Carlos I, emperador del sacro imperio romano y nieto de los reyes católicos de España, viendo su hora llegar, se traslado a un monasterio en Yuste, España donde los monjes jerónimos lo acompañaron y guiaron espiritualmente hasta su muerte. En un momento crítico cuando se vio al borde de la muerte pidió ver y organizar lo que sería su propio funeral. Esto le permitió preparar con más detalle su alma para una muerte en la paz y la reconciliación con el Señor.

Tal vez este ejercicio nos podría parecer cruel o mal agüero, pero en realidad es de sabios y buenos guerreros calcular las fuerzas con las que contamos, planear estrategias, analizar los puntos débiles propios y los del enemigo y lanzarnos a la guerra con la convicción de que ¡vamos directo a la victoria! ¿o quieres ser de los cobardes que lo piensan dos veces? No hay tiempo que perder sino solo tiempo para prepararse para ganar y al buen inversionista pocas palabras...


La pregunta fundamental es pues, ¿hasta qué punto me estoy preparando para el adviento del Señor? ¿cómo estoy preparando el adviento navideño, en función de qué? ¿me preparo para adornar la casa para que se vea linda, me esfuerzo por preparar una cena maravillosa, incluso para pasarla bien en familia, en administrar el dinero la compra de los presentes? Todo eso es magnifico pero ¿me estoy preparando en oración y convicción de que ahora tengo el tiempo y la oportunidad de preparar mi adviento definitivo, el de mi encuentro definitivo con el Señor, Rey del Universo, a quien he de dar cuentas de mi vida y no escaparé a este lazo? ¿vivo mi presente con la perspectiva de tan decisivo futuro? ¿Enseño a los míos con mi testimonio y mi palabra a prepararse a ese encuentro definitivo?


¿Cómo vivo esta preparación? ¿cómo los hombres de este evangelio que tienen terror ante el futuro o ya voy entrando en la confianza, en el amor y la serenidad de que el Hijo del Hombre mi Señor, me encontrará fiel y amante, preparada para entregarle cuentas pero sobre todo dispuesta y bien dispuesta a "estar de pie", con la cabeza bien en alto delante de él? Y no porque no haya pecado, mas porque siempre lo he aceptado y trabajado. Pero sobre todo, cuando me presente ante él, de pie, no querré otra cosa que abrazarlo por toda la eternidad con un abrazo amante, piadoso, sacrificado, gozoso, sincero, eterno.


Y tu ¿qué decides hacer con el tiempo y las oportunidades que aún hoy tienes entre tus manos?


¡Señor! no permitas que me engañe a mi mism@ llenando mi tiempo de disipaciones y embriagueces en las cosas de este mundo que pasan, para que pueda presentarme delante de ti De Pie, sin que nada me pese!

¡que solo desee dejarme abrazar por ti en mis miserias ya desde ahora y entonces sí, para siempre...!


¿Cantamos y oramos mientras tenemos tiempo?

Da clic aquí abajo

bottom of page