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PUREZAS, IMPUREZAS Y EL TEATRO DE LOS HIPOCRITAS...

“Escúchenme todos y entiéndanlo bien. Ninguna cosa externa que entra en el hombre puede mancharlo;

lo que lo hace impuro es aquello que sale del hombre.


Porque es del interior, del corazón de los hombres,

de donde provienen las malas intenciones, las fornicaciones, los robos, los homicidios, los adulterios,

la avaricia, la maldad, los engaños, las deshonestidades, la envidia,

la difamación, el orgullo, el desatino.


Todas estas cosas malas proceden del interior

y son las que manchan al hombre ”


(Mc 7, 1 ss.)

Nos encontramos frente a un pasaje del evangelio de Marcos en el que sorprende que Jesús utiliza dos imperativos: ¡escúchenme y comprendan! ἀκούσατέ μου καὶ σύνετε.

¿Cuándo una persona usa el imperativo?

Si Jesús lo usa es porque tenía algo que decir que no puede dejar de ser escuchado y comprendido.


El verbo ἀκούσατέ ¡escuchen! aparece como imperativo 2 veces en el evangelio de Mateo, 1 en Marcos y 1 en Lucas. Mientras que σύνετε ¡comprendan! es un hápax legomenon, o sea, una palabra que se utiliza una sola vez en los evangelios.


Si los evangelistas recuerdan estos dos imperativos de Jesús y los usan en este episodio en modo tan categórico, es porque Jesús está diciéndonos una cosa muy seria. Y efectivamente, el discurso se vuelve serio ante la "desfachatez" de los discípulos de un maestro que no tiene cuidado ni de los usos y costumbres propios de la cultura que tienen que ser respetados porque es la tradición, ni tiene cuidado de que estas normas son esenciales para dar cohesión y orden a la sociedad, y los discípulos no se lavan, no realizan las abluciones.


Pero no es una mera cuestión de limpieza externa, que por cierto no a todos preocupa tanto, ¡no!, porque se trata en realidad de una controversia, ¿No es éste un maestro rebelde que rompe con las antiguas tradiciones? ¿No está con ello rompiendo el orden estipulado desde antiguo cuyo fin es mantener el orden del creado y de la sociedad?

¡Sí!, ¡De hecho! Esta rompiendo con las tradiciones y, la pregunta fundamental que hacen los coherentes transmisores de las tradiciones es < διά > o sea, ¿por qué? ¿por qué tus discípulos no siguen las tradiciones de los antiguos?


La pregunta es objetiva y no permite imaginarse la inmensa posibilidad de significados que puede existir en el interior de esa, como por ejemplo: ¿por qué no enseñas las tradiciones, por qué no eres un buen maestro, por qué no eres de los nuestros?


Jesús responde con una llamada de atención fuerte: “hipócritas”, es decir, repetidores de tradiciones sin comprensión, "teatreros". El profeta Isaías ya lo decía del pueblo, prácticamente imitan pero no entienden, repiten gestos, pero no comprenden, mueven los labios y repiten oraciones pero no comprenden donde está el corazón de Dios y por ello están lejos de él.


¡Eh ahí la razón por la cuál Jesús llama la atención de la multitud y les dice: Escúchenme, comprendan!


Entonces responde y responde a todos, no solo a sus inquisidores: Lo verdaderamente profano no es faltar, en este caso, a las tradicionales abluciones transmitidas por los antiguos, no es no realizar los ritos de purificación externos... lo que hace verdaderamente profano o contamina a las personas es no comprender la palabra de Dios con el alma, con el entendimiento, con los sentimientos, eso es el corazón en el sentido hebreo.


Jesús recuerda que lo importante es purificar el alma porque es de ahí que sale toda la maldad.


Últimamente hemos escuchado una inmensa cantidad de noticias que nos hablan de la maldad que hay en el corazón humano, dentro y fuera de la Iglesia. Nos hemos sentido probablemente indignados, avergonzados, desalentados ante tantos escándalos fruto de la maldad que sale del alma, de los corazones de los seres humanos. Nos sentimos incluso escandalizados y con razón.


Hoy el Señor Jesús nos impera, si así pudiera decirse, y nos llama la atención: escuchénme y comprendan; ambos verbos al imperativo presente nos recuerdan: porque lo que sale del hombre eso es lo que lo contamina, porque del corazón del humano salen los malos pensamientos, opiniones y discusiones.


La cuestión fundamental es si estamos hoy de veras en la escuela del Maestro que nos invita a confrontarnos con él continuamente para purificar cada día nuestros corazones de la maldad que nos nace de dentro; la cuestión fundamental es si estamos escuchando y comprendiendo que la purificación comienza por nosotros mismos, por nuestro interior o si estamos en la escuela de los hipócritas que llevamos hábitos pulcros, títulos jerárquicos o de cristianos impecables, pero por dentro estamos corrompidos y podridos.

No creo que ante este evangelio quepa otra petición que la de pedirle a Jesús:

¡Líbrame Señor del teatro de creerme yo impecable!

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