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El silencio de la vergüenza... 

(Mc 9, 30-37)

El evangelio del domingo pasado nos adentró en el mundo interno de Simón Pedro que se está estrenando como primer papa. El oficio de pescador queda atrás y ahora es llamado a un nuevo oficio el de pescador de hombres, o sea, Pontífice máximo.


Pero no puede enfrentar un oficio de tal envergadura al modo de los hombres, necesitará adecuar sus pensamientos a los de Dios y es por ello que deberá aprender el arte del discernimiento.

Discernir como dijimos, es un verbo que tiene origen en el latín, es una actividad de la mente que ayuda a distinguir para resolver y decidir. La vida del cristiano es una colaboración activa con el Espíritu Santo cuya acción en nosotros y la Iglesia necesita de nuestra colaboración a través del discernimiento para no ser engañados por el espíritu del mal que está siempre dispuesto para devorarnos, por eso, hemos de estar atentos, o como diríamos en México, "¡Aguas! porque nos come el mandado"... Y precisamente para que no nos coma el mandado y no nos agarre desprevenidos, necesitamos entrar en la escuela ambulante del Maestro que conoce bien el arte del discernimiento.


Jesús este domingo, se nos presenta como un maestro en camino, no para, es un andante, es un viajero, va atravesando Galilea, pero en esta ocasión no quiere que nadie se entere porque está dando lecciones privadas a los discípulos. No puede distraerse (Mc 9,30). Este es el discernimiento de este día. Ha reflexionado, ha hecho una escala de valores y ha decidido que en este momento lo que toca hacer es estar en privado con los discípulos; en otros momentos privilegiará a la muchedumbre, a los enfermos, la misión, la oración etc., pero ahora conviene estar con los discípulos para enseñarles en privado.


Su decisión probablemente se basa en que ni Pedro ni los discípulos comprendieron lo duro del lenguaje de Jesús y esto desde la semana pasada, por ello decide pasar más tiempo en privado porque necesita repetirles la lección. Y va de nuevo, por segunda vez pero es que es obvio es una lección dura


"¡El Hijo del Hombre tiene que sufrir mucho y ser rechazado pero luego resucitará"...


pero en esta segunda repetición ni modo, tampoco comprenden... el texto en el v. 31-32 lo confirma "ellos no comprendían" pero además "tenían miedo de preguntarle" (v. 31-32). Estamos en el ojo del huracán de este evangelio los discípulos no se atreven a preguntarle a Jesús y no le responderán.


Llegando a Cafarnaum, estando ya en casa, lugar mucho más privado que el camino, Jesús los interroga sobre lo que venían discutiendo en privado, entre ellos. Él los había escuchado discutir por el camino, pero se hizo de la vista gorda, o mejor se hizo el sordo; no quiere reprenderlos, no quiere ponerlos en evidencia, quiere hacerlos sentir libres, que entre ellos se puedan expresar libremente, que acumulen confianza para que sean sinceros entre ellos. Los deja que con transparencia puedan ser ellos mismos porque quiere que se conozcan a sí mismos y entre ellos, tienen derecho "a pensar como los hombres", "a la libertad de pensamiento" "a la libertad de expresión".


Pero no los deja ni solos ni abandonados a sus pensamientos, por eso estando en casa, en privado, sin pretender ponerlos en aprietos o en vergüenza, Jesús con simplicidad les hace una pregunta directa ¿De qué cosa discutían por el camino? Claro que sabía, los había escuchado, pero ahora los quiere formar.

El verbo διαλογίζομαι -dialogizomai-significa traer a colación más de dos razonamientos que se confrontan entre sí y en este caso, entre más de dos personas. Los discípulos razonan, cada uno considera y expone su propio pensamiento, discuten entre ellos a la luz del discurso del Maestro que lo entienden a su manera desde sus propios razonamientos e intereses.


Si les pregunta sobre el motivo de su discusión es porque quiere que tengan la confianza de expresarse y de expresarle sus propios razonamientos, como Pedro, de preguntarle sus dudas, pero lo que sorprende es que los discípulos o discuten entre ellos privadamente o se quedan callados ante la pregunta de Jesús, ¡Qué chasco!


En el griego el verbo σιωπάω (siopao) significa mantenerse en silencio, si el verbo es transitivo significa mantener un secreto o abstenerse de hablar sobre algo, se puede referir al hábito del silencio, o a un silencio tranquilo, de calma. En el NT, encontramos este verbo solo en 10 ocasiones, 9 en los evangelios / 1 en los Hechos de los Apóstoles. En este pasaje el verbo es intransitivo, o sea habla directamente de la actitud de los discípulos: se quedaron en silencio ante Jesús, no responden (v. 34) y es el único pasaje que habla directamente de una actitud de los discípulos, los otros textos se refieren a Jesús, a los fariseos, o a otros personajes.


La pregunta es ¿porqué no responden a Jesús? ¿porqué se quedan callados?


Hay de silencios a silencios... está el silencio de los inocentes que no pueden defenderse, o de los que su opinión no cuenta; está también el silencio de los que no saben, pero no tiene vergüenza de reconocerlo, y no lo ocultan. Pero hay silencios que son fruto del temor, que es el principal factor que nos hace quedamos callados. Procuramos evitar el ridículo de que se vea que no sé o el miedo a equivocarme, a ser yo mismo y a que se burlen de mi, 'el bulling', 'la carrilla'. El miedo a comprometernos y mejor no decir nada porque no sabes delante de quien estás, o el miedo de hablar claro, eso sí, nos encanta el chisme entre nosotros, como los discípulos, pero no nos gusta decir las cosas de frente a la persona con la que no van bien las cosas, o porque pensamos diferente etc. ¿Cómo nos mueve el miedo al punto de quedarnos callados? ¿En qué situaciones? ¿Estoy dispuesto a dejar de hablar por detrás y a decidirme a hablar cara a cara con el interesado? ¿o todavía me sacude el ojo del huracán, donde el demonio hace de las suyas llevándome a su terreno?


El evangelio de esta semana nos habla del silencio de aquellos que se sienten al desnudo frente al Maestro porque han sido encontrados infraganti, 'con las manos en la masa'.


Así le sucedió a Adán y Eva, estaban desnudos en la creación y no temían presentarse uno delante del otro, ni entre ellos ni delante del Señor Dios tal y como eran "no se avergonzaban de estar al desnudo" (בושׁ -bosh- en hebreo es avergonzarse), "no se avergonzaban" Gn 2,25. Pero después, cuando se les presentó la serpiente, no habiendo discernido, se dejan engañar, comen del árbol y la serpiente les comió el mandado... dejaron de creer en la palabra del Señor, origen del pecado, y es cuando se dieron cuenta que estaban desnudos (Gn 3,7).


El evangelio de Marcos (Mc 3,34) nos dice que los discípulos callaban, y nos da la razón "de hecho durante el camino habían discutido entre ellos sobre quien seria el más importante". Habían sacado entre ellos sus argumentos, y expresado sus opiniones y pensamientos sobre quien de ellos sería el μείζων -meizon-, el más importante, el que por su habilidad, su virtud, su eminencia o poder debería ocupar el rango de mayor importancia entre ellos.


Los discípulos durante el camino disimulan y luego callan... no tienen la sencillez de expresar ante el Maestro ni sus dudas ni lo que piensan ni lo que sienten. Seguramente ellos como nosotros nos cuesta a veces aceptar que hay cosas que no entendemos que no asimilamos o que no estamos de acuerdo con él, con sus caminos, con sus pensamientos. Los discípulos en ese aparente silencio de hielo se encuentran de verdad en el ojo del huracán, se sienten desvelados, al desnudo delante del Maestro en sus más profundas intenciones y callan.


Cuantas veces nos duele el orgullo como a Guille el hermanito de Mafaldita cuando nos encontramos ante nuestra propia verdad...  

Pero sobre todo nos duele el orgullo cuando con humildad nos encontramos frente a frente con el Maestro, que nos conoce perfectamente y a quien no le están ocultos ni nuestros pensamientos ni nuestros sentimientos

"porque no hay cosa creada oculta a su vista, sino que todas las cosas están al

descubierto y desnudas ante los ojos de aquel a quien tenemos que dar cuenta" (Heb 4,13)


es el Buen Dios que ante su palabra quedan al descubierto nuestros más profundos pensamientos e intenciones, sólo y de veras sólo si nos dejamos interpelar por ella,


"porque la palabra de Dios es viva y eficaz, más cortante que toda espada de dos filos;

y penetra hasta partir el alma y el espíritu, las coyunturas y los tuétanos,

discerniendo los pensamientos y las intenciones del corazón" (Heb 4,12)


pero es un dolor que sana porque es el Dios bueno que va ganando nuestra confianza porque nos conoce y no se escandaliza de nuestros más profundos pensamientos ni deseos, porque es el buen Dios que no quiere que vivamos en la vergüenza de quien siempre tiene algo que esconder, es el Dios que les quita a Adán y Eva las hojas que habían mal entretejido para cubrirse y él mismo teje túnicas de piel, para cubrir su desnudez y él mismo los viste (Gn 3,21).


Es el Dios que, no hace mucho después de un sincero encuentro con él en el sacramento de la reconciliación, me hizo entrar en un llanto abundante, no tanto de vergüenza, que no me faltaba, cuanto de sorpresa porque me perdonó. El sacerdote me invitó a recitar el acto de contrición le dije que lo rezaba en español y él me dio la absolución en español. Me sentí conmovida en extremo a través de ese sencillo detalle, porque 'él Señor me conoce hasta los tuétanos de mis huesos y no teme perdonarme y me lo confirma diciéndomelo en mi propia lengua'.


El objetivo de Jesús no es ponernos en ridículo, el objetivo del Maestro es que entremos en la sinceridad de nuestra propia realidad para entrar en su verdad, a través de gestos concretos y personales. En el evangelio de este domingo, a través de un gesto concreto les hace entrar en los pensamientos del Señor, ante la negativa de hablar de los discípulos, Jesús se sienta, llamó a los discípulos y les hace pasar de su realidad para entrar en la verdad de Dios "Si uno quiere ser el primero que sea el último y el servidor de todos".


Exacto, Jesús no los reprende por sus pensamientos, no los reprende porque no le preguntan, más bien les contesta su duda existencial, ¿quién será el más importante, el primero?. La respuesta de Jesús es clara: el que quiera... pero necesita querer ser el último, el esclavo, el que sirve. Es la lógica del servicio.


Y por si no queda claro, "toma un niño" que en la sociedad judía y romana es considerado uno prácticamente sin personalidad jurídica, uno que no se puede valer por sí mismo, uno sin importancia, "lo pone en medio de ellos, lo abrazó y les dijo: el que acoge a uno de éstos, a mi me acoge y quien a mi me acoge, acoge al que me ha enviado"; conclusión, el más importante en el Reino de mi Padre es el que es simple como un niño, no pretende ser el primero y no tiene nada, absolutamente nada que ocultar a los ojos de su creador, porque vive dejándose abrazar por el maestro en su pequeñez"


"Señor tu me sondeas y me conoces, conoces cuando me siento y cuando me levanto, abrázame por detrás y por delante, todas mis sendas te son conocidas" (Sal 139).


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